El ser humano es una especie inteligente y perfectamente capaz de crear todas aquellas cosas que puedan mejorar su vida y la de su especie. Somos capaces de crear todo aquello que nos haga falta, pero a su vez destruimos todo aquello que nos molesta, sin importarnos su relevancia en el ecosistema, en el mundo o incluso en nosotros mismos.
Es cierto que por causas, en ocasiones ajenas a nosotros, desaparecen del mundo ciertos animales teniendo serias repercusiones sobre el resto de ecosistemas terrestres. Pero también es cierto que muchas de esas extinciones o el hecho de que algunos animales estén en peligro es por nuestra culpa.
Por comodidad o evasión de la realidad, muchas veces dejamos que se deteriore el mundo que nos da la vida, y con él todas aquellas especies que nos han acunado y mantenido vivos.
Aquellos primates, nuestros antepasados hermanos, o aquellos otros que alimentan a los seres vivos que hacen que nuestro cuerpo se mantenga sano, se han convertido en organismos inferiores que deben adaptarse a nuestra forma de vivir y a cómo queremos nosotros que sea un mundo que no nos pertenece.
Si la situación sigue como hasta ahora, puede que tengamos resultados tales como que la única superficie sobre la que pueda vivir un Oso Polar, sea la de la imagen.