En la Península de Valdés he visto a uno de los animales más impresionantes del reino animal: La ballena. En concreto he visto ejemplares de
la ballena franca austral, una especie que ha conseguido recuperarse a pesar
del peligro que corrió hace muchos años a extinguirse. En un animal enorme, en
el avistaje que hicimos tuve la suerte de poder verlas muy cerca, sin miedo, se
aproximaban al barco cada vez más, el agua estaba clara y se veía a la perfección
su silueta. Las madres que recién habían dado a luz, estaba junto a sus crías
protegiéndolas y proporcionándoles el poco alimento que ya, después de tantos
meses sin comer, les quedaba. Digo sin comer porque allí no tienen, ellas comen,
tras un largo viaje, en la Antártida que es donde está el kril. Aprendí que la
leche de las madres es tan grasa que no se disuelve en el agua y las crías
pueden tomarla perfectamente desde ella. Que las gaviotas cangrejeras las
atacaban a todas cada vez que salían a respirar para poder sacarles de la piel
la grasas que estas tenían y que, trabajar con estos animales tan majestuosos
sin duda es una de las cosas más impresionantes que se pueden hacer.
Allí conocí a un hombre que se dedicaba a estudiarlas,
Stephen Johnson. Fue él el que nos las enseño las dos veces que hicimos los
avistajes de ballenas. Su blog, por si a alguien le gusta ver fotos increíbles
sobre ese lugar durante todo el año, es este:
Además de todo esto vimos gran cantidad de lobos marinos, en
las loberías. Vimos muchas aves de distintos tipos, vimos roedores de distintos
tamaños, zorros, guanacos, maras, caballos, vacas, ovejas, escarabajos, orcas
en plena caza y elefantes marinos del sur, que también estaban allí, al igual
que lobos y ballenas, en época de apareamiento y cría, sin comida.
Fue una experiencia maravillosa y espero poder volver e
tener el placer de disfrutar de ello.