Hace poco llegó a mí la noticia de que los japoneses siguen permitiendo que se viertan en el mar residuos radiactivos de la central de Fukushima. Más de 300 toneladas diarias son derramadas al océano Pacífico, dejando que este agua radiactiva sea transportada por las corrientes superficiales marinas a todo el globo. Permitiendo este impresionante desastre nuclear, miles de millones de litros de cáncer están ahora en nuestros océanos contaminando el agua salada que nos da gran parte de la comida a los seres humanos, sino todo el alimento de determinadas poblaciones del planeta. Este hecho podría suponer un muy grave problema al iniciarse procesos a nivel genético de mutación y muerte. Provocando extinción de especies, llegados a casos muy extremos o, simplemente, causando enfermedades graves en los seres humanos.
Teniendo en cuenta, por otro lado, que estamos agotando los recursos hídricos que posee el planeta Tierra, hablando ahora de agua dulce, que si no está contaminadísima porque hemos vertido residuos en ella, es escasa porque la hemos sobreexplotado tanto que ya cada vez queda menos utilizable, deberíamos empezar a plantearnos seriamente hasta dónde es capaz de llegar el ser humano con sus ansias insatisfactibles de todo aquello que cree que le pertenece. Porque bien, si la raza humana pretende seguir el sendero del consumismo y la incontrolada necesidad de más, además del intrínseco egoísmo y la grandísima capacidad de ignorar que posee desde que nace; hablando por supuesto de la mayoría de personas que nacen en el seno de un país cómodo, libre y desarrollado; sobretodo de aquellas personas en concreto, que ocupan cargos que deberían ganarse y no ejercerlos de mala manera y aun dejando a la sociedad aún peor de lo que ya estaba, seguir cobrando una cantidad exorbitada de dinero que en otros países podría valer para arrancar de la muerte a miles de personas. Si el planeta hubiera estado gobernado por personas que eran conscientes y razonadas, quizá, por no decir seguro, ahora el planeta no estaría tan enfermo.
El ser humano ha dejado de concentrarse en lo que es mejor para el grupo, para la familia, para la comunidad, para la raza humana. Cada uno tiene sus propias metas y sus propios objetivos, ideologías, problemas, necesidades o gustos, por lo tanto, ya no miramos por qué el cielo es ahora de un tono menos azul y más grisáceo o que se esté extinguiendo una especie de pingüino que no me importe un pito porque no es de mi región, sino que miramos más el hecho de que nuestro equipo de deporte nacional haya ganado o no un partido, o si hay algún tipo de problema político entre dos bandos de una determinada región que luchan solo por conseguir ser el más votado, y no el que mejor lo vaya a hacer en realidad.
Total, que si seguimos así, en algún momento, el que sea, que será tarde en cualquiera de los casos, a alguien se le encenderá la bombillita de una vez y empezarán a actuar como deben, con prisas y medidas ya desesperadas, o bien sino, empezaran las guerras por el agua dulce. Buen futuro nos espera cuando empiece a escasear el agua, que no tiene por qué ser en 100 años, pero el caso es que cuando el momento llegue, poco futuro les quedará a todos si el mar es puro y completo cáncer contaminado.
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